Pensaba
en ella y no puedo evitar regalarse una sonrisa al ver la fotografía que se
tomaron la noche de su cumpleaños en el restaurante que el modernismo
derrumbó. La había visto incontables veces, pero nunca como aquella noche en la que reparó
en lo inmenso que se le veía al lado de su frágil figura.
Recordó
con nostalgia que le decía matón cuando la abrazaba y ella trataba de escaparse
sin querer hacerlo; y cuando con voz indignada le dijo a través de la línea:
“Ya es hora de hablar frente a frente, o voy a tu casa y rompo todas tus
estampillas” y él se aterró. Deseaba en ese instante, que le volviera a decir matón, y lo retara con su vocecita indignada.
Era
tan dulce hasta cuando se molestaba pensó. Era
increíble y realmente única, dijo con voz entrecortada. Cuanto la podía
querer no sabía, porque entendía que no había forma de medir lo mucho que la
necesitaba.
Luego de un largo recordar miró el retrato y le dijo a la imagen de su amada que siempre la esperaría porque cada
vez que intentó enamorarse de otra mujer no pudo, no hubo forma, le fue
imposible.Fue entonces que cansado, acomodó en retrato en su mesa, se acurruco con la almohada que bautizó
con su nombre, y con voz muy bajita le cantó “Hasta mañana mi amor”.
Beto
Pejovés
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