Con las letras de los poemas que escribí
recité mi amor en la soledad del museo que hice para ti, siempre recostado en
el sillón de mis anocheceres con la ventana de la espera eterna frente a mí, aquella
ventana en la que te espero como necio amante.
Con mi guitarra playera entoné melodías de
amor en tu honor, melodías que inventé para contarte mi historia en una canción,
siempre con el calor de las velas y el sabor del café Misha que reposa en la
taza blanca de mis dichas, aquella que lleva el sello eterno de tus labios
bonitos.
Y con la pluma del abuelo escribí mi sentir en muy antiguas
hojas como las cartas amarillas de Bravo, siempre inspirado en ti, y en el
viejo poemario y la rosa amarilla que me sobrevivirán cuando sea polvo.
Beto Pejovés.
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