Si nuestra historia hubiera sido distinta,
esta noche habríamos caminado por la playa del amor con dos copas de cristal y
su botella de vino preferido. Sus canes se habrían divertido jugando con el mar y eso le hubiera causado felicidad
Habría colocado sobre su pecho aquel rosario de plata que vi en una vitrina, y mirándola a los ojos le habría pedido que me acariciara el corazón con una sonrisa. La habría abrazado en busca de recostarla en mi pecho para que se sintiera protegida; y si me permitía, le habría cantado una canción en voz bajita, la que a ella le gustara más, tal vez le habría sugerido “Fascinación”.
Recuerdo que alguna vez, cuando el mundo cayó
sobre mi dude de mi fe y le reproché al cielo por tanta pena; no solo porque le
hice daño sin ella merecerlo, sino también porque la perdí.
Y sobre los escombros de esa desdicha
simbolicé mi dolor con la cruz del rosario de Rosario que llevo sobre mí para escuchar
su nombre en cada latido de mi corazón.
Beto Pejovés.
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