lunes, 20 de marzo de 2017

La veo


La veo encantada sobre su tierra de encanto, a la que con amor habla cuando acaricia sus verdes con los tonos divinos de su dejo norteño.

La veo brillante como el sol mañanero, que generoso y eterno alimenta mis horas porque es luz de mis días, y de mis noches también cuando ilumina la luna.

La veo inquieta como la niña traviesa, que bajo el cielo lluvioso se moja entre danzas como la diosa perfecta de la tierra bendita.

La veo sonriente como la flor naciente de mis días sin tiempo, que no conocen pasado ni futuro porque el amor es eterno aunque el destino sea cruel.

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