martes, 21 de marzo de 2017

El alma que conozco

Cuando el poder de la palabra es derrotado por la indiferencia y el silencio el alma se convierte en esclava de su propia derrota. Pero es luego de un tiempo de sufriente esclavitud que resurge entre los escombros para con un grito libertario reconquistar su soberanía, recuperar su territorio, y tomar lo que le pertenece por el infinito poder del amor.

No existe derrota tolerable cuando el alma lucha por lo que ama, ni resignación posible frente a ella porque el amor dota con fortaleza hasta al más débil de los esclavos; y aunque el alma sufra con silente llanto, en cada sufrimiento se alimentará con furia hasta empoderar su voluntad como lo hace la más primitiva de las bestias cuando debe defender lo que ama.

Las batallas pueden ser históricas porque el morbo las hace imperecederas en el papel, pero jamás definen un fin de guerra mientras el alma camine en busqueda de batalla por los curiosos acertijos del destino; mientras no recupere lo que ama; mientras siga amando. Y es que cuando el alma está en batalla no le teme a la muerte, porque la muerte misma eterniza al amor y lo sublimiza.

Sin embargo, frente a la majestad del amor el alma que conozco es débil, necia e imperfecta, porque a pesar de su infinito poder no quiere trascender a la carne y prefiere ser oída, vista, tocada, besada. Y es que para el alma que conozco el amor tiene forma de mujer. Si, la forma de una reina hermosa y divina que linda con lo sobrenatural porque es única y no tiene parangón; y porque es mágica en su andar, en su mirar, en su hablar.

Es un hecho real que la reina del alma que conozco fue su amada en vida pasada, porque sabe que su alma es libre y deliciosa como la brisa de un atardecer campirano; porque sabe que es aire, agua y fuego en su esencia terrenal; porque sabe que puede sembrar sonrisas y cosechar dulzura con solo quererlo; y porque sabe que cuando mira la tierra le da vida a las flores ya que ella misma es una flor con forma de mujer. También es un hecho real que el alma que conozco no tendría temor de ser enano, burro o bufón en la vida futura si de ello dependiera que su reina lo amara y mimara con la misma pasión que algún día le enseñó en su lecho de amor; y esto es, porque el hombre que encarna al alma que conozco es débil por amor, necio por esencia a imperfecto por definición.

Cuando el poder de la palabra es derrotado por la indiferencia y el silencio el alma que conozco no cae de rodillas; sino al contrario, sube a la montaña más alta para cuidar desde allí a su hermosa y divina, cuan eterno guardián del amor de su vida.








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